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Fondos de inversión directa: Herramienta generador de riqueza regional

Por Fernando Schvartz

El crecimiento de los países viene de la mano con su vocación productiva, desarrollado por el sector privada e incentivado por el público, lo que habría que agregar es que si esto se genera de forma descentralizada, nos permitirá generar riqueza localmente y elevar el nivel de vida de sus pobladores.

Los Fondos de Inversión Directa (FID) son una alternativa invalorable de la cual podemos tomar mano para llevar a cabo dicho crecimiento, ya que los FID tiene por objeto el desarrollo de una actividad productiva específica, en beneficio de sus inversores, para lo cual se conforma un patrimonio separado de estos, todo ello organizado mediante la celebración de un Contrato de Fideicomiso.

Estos últimos años, el sector agrícola viene siendo uno de los motores de crecimiento en la Provincia de Córdoba, y es en dicho sector en donde a mayor escala se vienen estructurando los Fondos de Inversión Directa, bajo la instrumentación de los Fideicomisos Agrícolas con oferta pública o privada de sus títulos, muestra de ello, fue la colocación exitosa del Fideicomiso Financiero Agrícola Córdoba I y del Fideicomiso Financiero Agrícola Ticar I, y la inminente colocación del Córdoba II, más grande y ambicioso que el anterior, con un PIPE en donde se proyecta sembrar 81.000 hectáreas en el sur de la Provincia de Córdoba, y por un monto de emisión de U$S 7.000.000, con un horizonte a cinco años, con oferta pública y cotización en la Bolsa de Comercio de Córdoba y de Buenos Aires, y del Fideicomiso Ordinario Agrícola Cotagro I, por $ 4.000.000, con un PIPE en donde se proyecta sembrar 3.000 hectáreas en 12 meses, estructurado por una de las Cooperativas más importantes del sur de nuestra Provincia.

Pues bueno, para entender como funcionan estos Fideicomisos Agrícolas bajo la estructura de un Fondos de Inversión Directa, hay que remitirse a su antecesor, el pool de siembra, el que con aquella herramienta jurídico financiera logró una evolución sustancial.

Los inversores, que son personas con excedentes económicos y pocas alternativas de inversión, conocedores o no del negocio agrícola,  aportan su dinero a un administrador-operador (fideicomiso ordinario), o a un administrador y este contrata un operador (fideicomiso financiero), en ambos casos, altamente profesionalizados para el manejo del negocio encarado, los que aplican el dinero al proyecto productivo, y una vez cumplimentadas las campañas determinadas en el plan de negocios, distribuyen las ganancias, si las hubiere.

Es importante saber que en la generalidad de los casos, cuando se constituye un  Fondo de Inversión Directa, se está conformando una inversión de riesgo, que no es lo mismo que riesgosa, ya que la misma es previsible y calculada para que dicho riesgo resulte suficientemente acotado.

En conclusión, el inversor tiene que saber que este tipo de inversión, es una alternativa muy interesante, en donde tiene un riesgo limitado al dinero que aporto y una ganancia ilimitada en relación con la rentabilidad final del proyecto de inversión, por lo tanto, es muy interesante valorar la posibilidad de entrar en este tipo de inversiones, pero leyendo bien el Contrato de Fidecomiso, y analizando los profesionales que estructuraron el negocio, y los que lo llevarán adelante.

Publicado originalmente por el CPCE, Cordoba, Argentina

SGR: exenciones para las grandes y financiamiento para las chicas

Por Fernando Schvartz

La Sociedad de Garantía Recíproca es un tipo de sociedad comercial con una enorme potencialidad, lamentablemente, muy poco aprovechada en nuestro medio, básicamente, por un problema de desconocimiento en el empresariado local.

Este tipo societario consiste en una estrategia asociativa entre grandes empresas y pymes, generándose una sinergia mediante la cual, cada una obtiene lo que necesita, es decir, exenciónes impositiva, las grandes empresas o socios protectores, y el tan ansiado acceso a la financiación, en el caso de las pymes o socios partícipes.

Con la creación de las SGR se pretendió atacar el problema de la falta de financiación coyuntural que tienen las pymes argentinas, integrándolas dentro de un sociedad con pares, pero también con empresas poderosos, procurando el otorgamiento de las garantías suficientes para su calificación y posterior obtención del financiamiento, proveído por el mercado bancario o el mercado de capitales, prestadores estos, que ya no sólo valoran quien y para qué solicitan el crédito, sino también quien los garantiza, con el impacto que ello produce, es decir, tasas bajas, plazos de amortización dilatadas y costos acotados.

Pero para conformar el fondo de riesgo o la garantía líquida, fue necesario incluir a las grandes empresas dentro de las SGR, y par ello hubo que pensar en la forma de atraer a estos prestadores de garantía, otorgándoles como incentivo, el  beneficio de la deducción de ganancias sobre lo que le aporten al fondo de riesgo, con el plus de obtener una renta financiera por la inversión del mismo, bajo la condición que el aporte líquido al fondo de riesgo debe ser por una permanencia de dos años, y la SGR mantener un stock de garantías en su cartera por un valor equivalente al 80% del fondo de riesgo.

Realidad del fideicomiso financiero en el interior del país

Por Fernando Schvartz

Por estos días las secciones de economía de los medios gráficos se hicieron eco de las estadísticas respecto de la toma de deuda por parte de las empresas vía mercado de capitales a través de los fideicomisos financieros. No cabe duda que por la coyuntura económica de nuestro país, estamos en un momento en donde una de las premisas del sector privado, es “apalancar” la firma, y es así que las grandes empresas, seguidas por las no tan grandes, salen a tomar deuda de mediano y largo plazo, a tasa fija o variable, en pesos o dólares, pensando en financiar sus proyectos de inversión.

Esta claro que el perfil productivo que lentamente fueron asumiendo nuestras empresas a partir del default de fines del 2001, llevo las misma a tener que tecnificarse para estar de acuerdo con las circunstancias de una demanda productos en donde nuestro país no es solo consumidor, sino que también quiere ser productor, lo cual va de la mano con los informes que dicen que en los primeros nueve meses del año 2005 se emitieron fideicomisos financieros por 912 millones de dólares, representando un incremento del 176 % de lo emitido durante el mismo período del 2004, y básicamente para financiar capital de trabajo, lo que obviamente es un excelente señal, ya que los destinos de esos fondos son invertidos en nuestras empresas para producir más y mejor, con el impacto que ello  implica de forma directa e indirecta en la faz económica, política y social de cualquier país.

Ahora, si nos ponemos a regionalizar el país, y nos preguntamos donde se organizan, estructuran y colocan este tipo de instrumentos financieros, caeremos en la trillada frase de: “Dios está en todas partes pero atiende sólo en Buenos Aires”.

Lamentablemente dentro de esta abrumadora escalada en la emisión de fideicomisos financieros, ni uno sólo se ha gestado ni colocado en nuestra ciudad, y son muy pocas, apenas algunas de las grandes empresas cordobesas, las que se están financiando mediante este tipo de instrumentos financieros modernos, lo hacen vía mercado de capitales de Buenos Aires y residualmente vía Rosario, mientras que las “otras” empresas cordobesas, medianas y grandes, desconocen o recelan de estos instrumentos financieros, no recurriendo al mercado de capitales en general

Ahora, esto en parte tiene algunas explicaciones. Una de ellas es que los sectores que más recurrieron a este mecanismo de financiamiento fueron el financiero y el de artículos del hogar, cuyas manejo corporativo está centralizado en Buenos Aires. Otra esta fundamentada en el desconocimiento y reticencia del empresariado cordobés en estas herramientas financieras alternativas. Y la última, nos recaería a todos  los que directa o indirectamente estamos relacionados con el mercado de capitales, y hablo del sector público y privado, responsables ambos  de la falta de docencia y difusión del mismo.

Considero que en Córdoba, lo que ha evolucionado favorablemente y de manera constante son los fideicomisos inmobiliarios, encuadrado dentro del fideicomiso común, distinto del financiero, el cual tiene por objeto financiar proyectos de inversión donde los postulantes invierten dinero a cambio de metros, obteniendo una relación costo por metro al momento de entrada muy rentable con la que obtiene al momento de salida o precio de venta, siendo dueños y parte del proyecto,  muy distinto al fin de los fideicomisos financieros, cuyo objetivo es tomar dinero de terceros a cambio de una tasa, asumiendo todos los riesgos el “dueño” o desarrollador del proyecto, y buscando una mayor rentabilidad.

Pues bueno, considero que en nuestra ciudad llegó el momento de que los desarrolladores inmobiliarios que hasta ahora compartieron el negocio con inversionistas que asumen la calidad de “socios”, busquen otro tipo de inversionistas menos agresivos y dispuestos a cobrar sólo una tasa, quedando fuera de los abatares del proyecto, y para el caso de los “otros” empresarios que necesiten financiar sus proyecto de inversión, se interioricen de cómo funciona el mercado de capitales, aprovechen alguna de los instrumentos que este les provean.

Publicada originalmente por CAFIDAP

Inversión productiva: sinergia entre sector público, sector privado y mercado de capitales

Por Fernando Schvartz

Es por todos conocida la necesidad de contar con medidas orientadas a promover la inversión productiva, y que para ello se hace imprescindible procurar sinergia entre el sector público y el privado, requiriendo indefectiblemente del mercado de capitales, como medio para financiar los proyectos de inversión que generen cadenas de valor en las economías regionales del país.

Uno de los ejemplos más claro y conciso de la aplicación de este sistema es lo que actualmente se está haciendo el la Ciudad de Marcos Juárez, Córdoba. Municipio este de 25.000 habitantes, bien manejada políticamente, y con una pujanza empresarial admirable, que excede los desarrollos agrícola ganaderos, abarcando otras áreas comerciales que bien pueden desarrollarse en cualquier otro sector de la provincia.

Atento el crecimiento que está teniendo la ciudad, el gobierno tuvo la inquietud de dar un paso delante respecto de los sistemas de financiación públicos tradicionales, históricamente librados a la buena o mala relación con la administración pública nacional y/o provincial de turno.

Ante la necesidad de realizar obras de infraestructura con repago de forma más agresiva, organizó y estructuró un fideicomiso financiero público, el cual fue aprobado por unanimidad en el Consejo Deliberante, para obtener dos millones y medio de pesos del mercado de capitales, y aplicarlo a la ejecución desagües, cloacas y asfalta en 70 cuadras, y poder realizar la obra en pocos meses, y pagar su deuda en cuatro años, igual al tiempo que le llevaría hacer las 70 cuadras al ritmo que venía trabajando de acuerdo al flujo de fondos asignado en el presupuesto a ese fin, es decir, 1,5  cuadra por mes, logrando así poder hacer la obra, y una vez hecha, cobrársela a los frentistas, que gustosos cumplirán con las mejoras que dignifican sus vidas cotidianas.

Pero la instrumentación de esta ingeniería jurídico financiera moderna no se agota allí, ya que la colocación de los títulos de deuda será hecha en su gran mayoría entre los mismos empresarios y vecinos de Marcos Juárez, orgullosos del crecimiento de su ciudad, quienes apoyan al Municipio y obtienen una rentabilidad garantizada por las bondades que provee el fideicomiso financiero.

En conclusión, se pensó, estructuró, organizó y se está llevando a cabo, un sistema regional cerrado en donde todo queda adentro del Municipio. El dinero lo ponen los ciudadanos marcojuarneces. La rentabilidad se la llevan los mismos. La obra se licita entre empresas de la ciudad, generando rentabilidad a las mismas y mano de obra real. Todos los materiales para la construcción de las obras se compran a los empresarios del sector que tienen sus negocios en la ciudad. Los frentistas marginados entran dentro del sistema de calles asfaltadas, cloacas y agua. Y el Municipio crece con obras de infraestructura. Todo ello, gracias a ideas progresistas, buen asesoramiento jurídico-financiero, y la indispensable sinergia generada por el sector público y privado, ordenado bajo la estructuración de una de las variantes que nos provee el fideicomiso financiero, en este caso público, y su consecuente colocación de la deuda y obtención del dinero vía  Mercado de Capitales.

Publicada originalmente por el CPCE Córdoba, Argentina

Fideicomiso financiero

Por Fernando Schvartz

A modo introductorio, considero que la palabra fideicomiso en sentido amplio es una figura jurídica que ha sido desnaturalizada por el común de la gente, atento el desmedido uso verbal que de ella ha hecho el público en general, llegándose a pensar que este instrumento jurídico o jurídico-financiero, según sea el caso, por sí mismo, es un generador de negocios.

Por lo tanto, para lograr un cabal entendimiento de la misma, hay que partir de la distinción estructural entre el Fideicomiso Común u Ordinario, y el Fideicomiso Financiero, ambos regulados por la misma ley 24.441.

El Fideicomiso Común es básicamente una herramienta contractual moderna, cuya finalidad  es estructurar y organizar una variada gama de negocios, otorgando por sobre otras alternativas, una opción más segura y confiable para los beneficiarios o inversionistas del proyecto, como es el caso de los fideicomisos inmobiliarios, de administración, de garantía, entre otros.

Mientras que el Fideicomiso Financieros, el más sofisticado de los fideicomisos, es una herramienta financiera que disponen las empresas para financiar proyectos de inversión a mediano y largo plazo.

Este último, utiliza una técnica de financiación que consiste en transformar activos financieros inmovilizados que poseen las empresas, en valores negociables colocados entre inversionistas, con o sin oferta pública. Los activos subyacentes que desea securitizar la empresa deben ser de similares u homogéneas características, y deben asegurar un flujo regular de fondos; mientras que los valores negociables adquiridos por los beneficiarios pueden ser certificados de participación en el dominio fiduciario o títulos representativos de deuda garantizado por los activos securitizados.

Los títulos resultantes de este proceso difieren respecto de otro tipo de instrumentos financieros, en el aspecto esencial de que el riesgo de crédito del instrumento no recae primariamente en la persona del emisor, como sería el caso de la Emisión de Obligaciones Negociables, sino en la calidad de los flujos de fondos que provienen de los activos objeto de la securitización, abaratando de esta forma el costo de captación de fondos del emisor, al mejorar la calidad del riesgo para el inversor.

La estructura de una securitización, parte del originante o fiduciante, es decir, la entidad que previo a la securitización, mantenía la cartera de créditos en su activo, tales como créditos derivados de facturas, servicios a cobrar, créditos representados por tarjetas de crédito, etcétera, los que son transferidos a una vehículo especial, es decir, el fiduciario o administrador, el cual debe ser una entidad financiera o una sociedad especialmente autorizada por la CNV para actuar como fiduciario financiero, al que se le transfieren dichos activos, y en el cual quedan aislados, en beneficio de los inversores.

Es decir que mediante esta estructuración jurídico financiera que nos provee el Fideicomiso Financiero, se transfiere del originante al fiduciario, los bienes securitizados, para constituír un patrimonio autónomo. Los activos transferidos, quedan totalmente aislados, porque salen del patrimonio del originante y cedente, y sin incorporarse al patrimonio del fiduciario, del cual permanecen separados, pasan a constituir un patrimonio autónomo, que responderá únicamente como proveedor del flujo de fondos necesarios para cumplir con los pagos que deban realizarse para atender la emisión de los valores negociables.

Esta transferencia de bienes es plena, por lo que el fiduciario tiene las más altas facultades para cobrar, contratar con terceras personas, ejecutar los incumplimientos, etcétera., facultades estas claramente determinadas en el contrato en cuestión.

Por lo general este tipo de instrumento es usado para tomar financiamiento fuera del balance de la empresa, es decir, sin afectar el total del endeudamiento de la misma, ni impedir la posibilidad de contraer nueva deuda por parte de la empresa atento restricciones contractuales, o en última instancia, por simple conveniencia de la estructura de capital de la firma.

Asimismo, es importante saber que el proveedor del financiamiento adquiere un derecho de afectación del activo respecto de su crédito, ya que el mismo es beneficiario de dichos bienes, que son tenidos por el titular fiduciario en su beneficio.

Haciendo un balance de lo desarrollado hasta aquí, considero importante tener en claro que si los generadores del negocio pretenden tener inversionistas que los acompañen en el riesgo, y en la mayor o menor rentabilidad que produzca el proyecto, estamos hablando de “equity”, es decir, renta variable, condicionada a los resultados positivos o no que genere el proyecto de inversión, por lo tanto, para el caso, la herramienta jurídica adecuada sería el Fideicomiso Común u Ordinario, cuya finalidad es ordenar y organizar el negocio entre “pares”.

Ahora, si lo que queremos, como generados del negocios, es correr con el riesgo del proyecto de inversión, lo que necesitamos es tomar deuda, es decir que ya no queremos “asociados” sino acreedores, buscadores de tasas, los cuales ya no estarán condicionados a la marcha del negocio, sino que sus expectativas estarán centradas en el pago religioso de sus intereses y la/s correspondientes amortización/es que pesan a cargo de los desarrolladores del proyecto, entonces en este caso, y como los generadores del negocio,  nos encontramos dentro del Sistema Financiero, el cual nos provee un abanico de instrumentos financieros que deberíamos buscar en el Mercado Bancario, si el proyecto de inversión es a corto plazo, y en el Mercado de Capitales si es a mediano y largo plazo. Para proyectos de inversión dilatados, el Mercado de Capitales nos provee la Emisión de Obligaciones Negociables o la Estructuración de un Fideicomiso Financiero, dependiendo la elección de uno u otro, entre otras cosas, por la existencia o no de flujos de fondos proyectados de la firma que pretende financiarse.

Ante la inexistencia de flujos de fondos proyectados y estables, los más aconsejable sería financiarse mediante la Emisión Obligaciones Negociables, garantizando esta con la empresa misma, más algún otro colateral, llegado el caso.

Mientras que si nos encontramos en el otro caso, lo recomendable sería financiarse mediante la Estructuración de un Fideicomiso Financiero, securitizando una porción del flujo de fondo habitual y proyectado de la empresa, como garantía suficiente para los potenciales inversionistas.

Llevando esto a un plano práctico, si se constituye una sociedad anónima para un desarrollo inmobiliario de envergadura con la tierra base del proyecto dentro de la persona jurídica y un sólido proyecto de inversión para la construcción de un edificio, por ejemplo, el cual comenzara a “vender aire” a los seis meses sin tener certeza de la evolución de la venta del mismo, lo aconsejable sería utilizar la emisión de deuda. Ahora, si nos encontramos con una empresa que quiere construir una nueva fábrica para duplicar su capacidad productiva, y cuenta con una buena historia comercial, buenos balances y un flujo de fondo constante y proyectado por su facturación habitual, el fideicomiso financiero aparece como la opción más aconsejable para financiarse.

Considero que por un problema de desconocimiento y desinformación general, el empresariado argentino no valora la opción de financiarse en el mercado de capitales, o al menos, de contrastar los pro y los contra de esta alternativa frente a otras utilizada por ellos.

La falta de docencia del mercado de capitales hacia el sector económico de nuestro país, genera una ignorancia generalizada entre los potenciales emisores e inversores del mercado de valores. Esta desinformación genera reticencia a la hora de procurar un adecuado asesoramiento financiero-jurídico, que procure un conocimiento cabal de la forma de operar en este mercado, para que el gobierno corporativo de las firmas tome buenas decisiones respecto de la fuente de financiación a elegir de acuerdo al proyecto de inversión diseñado, siguiendo los lineamientos de las finanzas corporativas modernas.

En conclusión, a las pequeñas, medianas y grandes empresas que tengan una buena historia, hayan hecho bien los “deberes”, que tengan asesores serios y competentes, y un proyecto de inversión sustentable, el mercado de capitales, les permite postularse para acceder a la financiación pública, a tasas más que razonables, con bajo costo, buenos beneficios impositivos, y con plazos de pago dilatados, cualidades estas cuatro, que no son poca cosa.

Publicado originalmente por  Diario Comercio y Justicia